lunes, 15 de julio de 2013

La Nature et la Pensée (I)

"La villa es el lugar al que llevan los caminos"
"La caminata de la que yo hablo no tiene nada que ver con hacer ejercicio, como suele decirse, sino que es la empresa y la aventura del día en sí (...)" 
"La mitad de la caminata consiste en volver sobre nuestros pasos. Tal vez deberíamos lanzarnos al más corto de los paseos con espíritu de imperecedera aventura, con idea de no regresar jamás, listos para enviar sólo el corazón embalsamado a nuestro desolado reino"
H. David Thoreau.

Hace unos días que leo y disfruto de Pasear, del autor Thoreau. En cada pequeña página hay mil y una sensaciones; de repente te encuentras caminando en el interior del corazón del frondoso bosque, todo él te rodea y se crea una nueva relación entre tu y la naturaleza. A Thoreau no le gustaba pasear por aquellos caminos realizados por el hombre, ya establecidos; sino atravesar y adentrarse en la espesura del mágico bosque en el que sus pensamientos cotidianos o matinales como él los llamaba, se quedan a un lado y de esta forma poder "volver a sus sentidos", porque como nos dice Thoreau "¿Para qué estoy en el bosque, si pienso en cosas que no tienen nada que ver con él?".
En el pasear es donde está el placer, no se debe pasear con un fin o una dirección, si no que sea la propia naturaleza la que te guíe, sin prisas y entregado totalmente al paisaje que vas recorriendo.
Podemos afirmar como Thoreau era un enamorado de la naturaleza en su estado casi virgen, donde el ser humano aun no había llegado a intervenir en ella. Paseaba  unas dos o tres horas diarias y cada día descubría un nuevo paisaje. No trataba de apoderarse de esa zona nueva descubierta, sino que simplemente se dedicaba a disfrutar de ese paseo y toda la sensación que el caminar le transmitía. 
"De momento por los alrededores, la mayor parte de la tierra no es propiedad privada; el paisaje no tiene dueño y el caminante disfruta de cierta libertad (...)" 
Tanto la política como la Iglesia, el Estado, la industria o el comercio, no tienen cavidad en el paisaje, no valen los instrumentos inventados por el ser humano para determinar la naturaleza; no existen leyes en el bosque. En el paisaje, el caminante se aleja de todo ello hacia la llamada naturaleza salvaje. Lo salvaje, lo virgen, esa era la joya que le deslumbraba.
"Para mí, la esperanza y el futuro no están en los jardines ni en los campos cultivados, si no en los pantanos inaccesibles y movedizos"
Quizás el concepto de bello no radica en la perfección de la naturaleza; no es un árbol más bello por tener una forma más esbelta y perfilada que uno en el que sus ramas han ido tomando distintos caminos dotándolo de una forma más amorfa e uniforme.
La naturaleza que ideamos como bella es la que el hombre ha actuado y manipulado, creando una nueva según sus principios de belleza. Pero es cierto que esta belleza tiene más de nosotros que de la propia naturaleza, es artificial. La verdadera belleza de la naturaleza es la que nos cuenta Thoreau, aquella que se encuentra en lo salvaje, en lo desagradable y bravío que el hombre no conoce o aparta como algo indomable y bárbaro.
"Allí está la naturaleza, la médula, de la naturaleza"
Dejemos que el paisaje se nos descubra, apartémonos de nuestros condicionantes y establezcamos una nueva relación con nuestro paseo.

Un verano para pasear.